viernes, 13 de julio de 2007

La lluvia...

El destino nos arrastra inexorablemente al arrasamiento recíproco, vamos dando cada paso, movidos por la mano invisible que nos arrastra al resultado que no quisimos ver, ignorantes de las consecuencias de ese futuro que pronto será pasado fugaz, cargado de olores, colores, recuerdos lúbricos, y consecuencias presentidas. Aún cuando no queramos verlo, la velocidad con la que nos dejamos llevar por ese aparente azar cargado de dirección y sentido, es otra prueba del determinismo con el que nuestros cuerpos obedecen a la oscura llamada del deseo.

3 comentarios:

Ana Cervantes dijo...

Quien haya visto la película estará de acuerdo conmigo en que responder a la "oscura llamda del deseo" puede traer consecuencias fatales, máxime si se tiene en cuenta que la realidad supera la ficción. No obstante, es difícil negar nuestras debilidades ya que los deseos no obedecen a la razón. Supongo que quien evita la tentación evita el pecado, pero claro, si el cuerpo se alía con la mente en un determinado momento de debilidad, éstos actúan como un imán que no descansará hasta que no encuentre su destino. El deseo es así de irracional. Besos, Cairo.

La Pecas dijo...

Gracias Cairo por colgar la ESCENA, eje de la historia y de la pasion torrida que unirá para siempre sus vidas y sus destinos... Como la vida misma... Sería estupendo que cada uno de nosotros escondiera una experiencia pasional semejante y que vivieramos la locura y la inmensidad de lo que supone una Pasion sin limites, de esas que nos ahoga y nos transforma en seres irracionales (uff, se me eriza la piel por momentos)...quien no lo haya vivido deberia probarlo, sin lugar a dudas. Quedémonos con la escena, con la sensacion y el deseo a flor de piel y olvidemonos del final... cada historia tiene la suya propia. A veces... aunque parezca iluso decirlo, tambien existen los finales felices, pero lo importante siempre sera el camino. Besos y más... gracias.

Cairo dijo...

Si, la verdad es que quién no esconde en sus recuerdos una escena similar (quien no la esconda que no conteste, please), en ese caso, no sabe lo que se pierde, siempre tanto miedo por las consecuencias del triunfo de la irracionalidad, y al final la mayoría de las veces es lo único que se recuerda con una sonrisa interna, pícara y al cabo, netamente feliz.