sábado, 9 de diciembre de 2006



Ahora que todos duermen, me permito soñar que podemos escapar de cuanto fue. Que mi casa puede tener ruedas, flotar y escaparse conmigo dentro, fuera de esta tierra en la que hace tiempo me encuentro cansado y fuera de lugar. Entonces me asomaría a una de sus ventanas, a ver pasar la ribera, cambiante, con sus lugareños, como estampas de mi vida, pero ajeno a ellas, sonriente, diciendo adiós con mi mano, como un papa o un rey cualquiera, tal vez como un paternal dictador bananero, que dice adiós a sus súbditos, ajeno a las desgracias de cada uno, que él, con su omnímodo poder, irresponsablemente causó; pero a la vez tranquilo, sin conciencia, como un papa cualquiera, un rey o un dictador bananero.