domingo, 26 de noviembre de 2006



La duradera y difícil amistad que nos profesamos, tuvo en nuestro penúltimo encuentro una pureza tan especial, tan racional, fríamente necesaria, deseada y deseante, con esa oscura premeditación que precede a una unión diferente, que se encuentra más allá de la humana unión, llena de silencios sugerentes y de mensajes en silencio. Durrel dice en su cuarteto, refiriéndose a algo parecido, que esa intimidad no debe ir más lejos, pues hemos agotado ya todas sus posibilidades en la imaginación y lo que terminaremos por descubrir, más allá de los sombríos colores de la sensualidad, es una amistad tan profunda que seremos esclavos el uno del otro para siempre. Era el coqueteo de dos espíritus prematuramente extenuados por la experiencia, mucho más peligroso que un amor fundado en la atracción sexual.
Durrel, en este caso Darley, su alter ego en el cuarteto, sin embargo, siguió adelante.
Tuve una amiga (y digo tuve porque desapareció y solo me queda su dulce recuerdo) a quien hubiera podido trasladar esta reflexión, pero a diferencia del presente, entonces nunca supe si todo era fruto de mi imaginación. Mi amiga, tenía un nombre muy parecido a la Maga de Rayuela, con la que a veces la confundía, y era de esos extraños seres que tienen un mundo complejo, rico y laberíntico, que les precede, les sigue y les circunda, que a menudo enamora más que ellas mismas. Estaba compuesto de cuentos de hadas con fondo de Jazz, de Rayuela, y los alrededores de Cortázar, de castillos medievales, de botellas de Deward’s (ahora le llaman White Label) sabiamente dosificadas, y de muchas más cosas. Tras unos pocos años de intensa amistad y una década de intentos no del todo correspondidos por mi parte de mantenerla, desapareció del todo y no he podido, sabido o atrevido a buscarla, quizá por la profunda indiscreción que conlleva cualquier búsqueda no pedida. Es tarde, y como siempre, a esta hora, pienso en el tiempo, que ya se va estirando.

El secreto del tiempo, cuando nos atrapa, es que pensamos que nuestra vida, en cada momento, es provisional, y que por eso no es muy importante que en ese momento sea una mierda, porque sin duda se arreglará, si conseguimos aguantar durante suficiente tiempo esa misma mierda, y al final, resulta que eso es nuestra vida, que no era provisional, que lo único que existe es el presente, pues el pasado ya ha pasado y el futuro aún no ha llegado.
Sé perfectamente lo que me gusta, dónde y cómo me gustaría estar, pero no consigo desprenderme de la sensación de que hay que pagar un alto precio en el futuro por la felicidad del presente, aunque sea efímera.