lunes, 18 de diciembre de 2006



Nos amamos, interminablemente abandonados al lúbrico placer que se derrama de tu cuerpo y del mío y la tarde, impávida, corre ante nuestro amarnos a deshoras. En tu cama, nuestros cuerpos son obedientes a la oscura llamada del deseo, al placer licuante que desbarata planes y horarios, que congela el paso del tiempo en nuestras mentes, que me une a tu sexo como único puerto real en el que recalar. Lo demás ahora no importa, quizá no ha importado nunca, y por un instante de certeza inolvidable, ambos lo sabemos. Eso basta, justifica años de existencia expectante, presintiendo un momento de abandono semejante, podemos hablar, o no hablar, lo demás no importa.