martes, 14 de noviembre de 2006



En esas calles estrechas
donde huele a gato triste
y el silencio se hace a las once cada noche,
me dejé lágrimas suficientes para unirme
a ese cauce enterrado,
y ser otro cauce
con él.
Entre luz amarilla de faroles
(que sólo parecen antiguos)
tejimos dramas amantes de la tiniebla
viendo pasar perros y borrachos,
en realidad conscientes de nuestro igual a ellos.
En calles que se hacen cansancio
nos hemos amado mejor que entre paredes,
porque ni las paredes guardaban oculto
tanto silencio.

Fue la ciudad, ventosa, fria,
y solitaria
La que me hizo olvidarte
tantas veces.

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